La carrera empieza el domingo 6 de enero con la partida simbólica en la Costa Verde
Perú es conocido mundialmente por la cordillera de los Andes, cuna de los incas; pero no tan famosos son los otros dos tesoros naturales que quedan a ambos lados de esas imponentes montañas: la vasta selva amazónica al este y, al oeste, el desierto costero que explorará el rally Dakar 2019.
La caravana del Dakar, compuesta por 337 vehículos de competición, se adentrará durante diez etapas, del 7 al 17 de enero, en este desierto que se extiende por la costa del océano Pacífico, un paraje inhóspito de miles de kilómetros con vertiginosas dunas de arena blanda.
Es en ese escenario se desarrollará el primer Dakar que se celebra únicamente en un solo país y también el primero que se hace íntegramente sobre arena.
«Estoy encantado de que nos quedemos en un solo país. El paisaje en Perú es asombroso. Las dunas son algo particulares y siempre difíciles», explica el piloto qatarí Nasser Al-Attiyah (Toyota), doble campeón del Dakar en coches.
En esas dunas el rally ha recuperado su esencia al encontrar en Sudamérica el terreno y el paisaje más parecido al desierto del Sáhara, hogar de la carrera desde que esta fue creada en 1979.
«Esto nos permite redescubrir de nuevo el verdadero espíritu del Dakar, con un paisaje similar al de Mauritania. Si tenemos que hacer el Dakar solamente en un país, Perú es definitivamente el más apropiado», afirma el francés Stéphane Peterhansel (Mini), trece veces ganador del rally (seis en moto y siete en coches).
Por su latitud, próxima a la línea del Ecuador, la costa peruana debería tener abundante vegetación, pero las aguas frías que trae la corriente de Humboldt desde la Antártida crean esta extensa prolongación del desierto de Atacama (Chile).
En mitad de ese mar de dunas hay una con nombre propio: Duna Grande, la más alta de Perú y la segunda en el mundo con sus 1.693 metros sobre el nivel del mar, que deberán coronar los pilotos.
Allí tampoco faltan los oasis como los de Huacachina y Morón, en los alrededores de la ciudad de Pisco, auténticos vergeles en mitad del desierto que parecen propios de un espejismo.
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